Letras

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jueves, 20 de septiembre de 2012

La Reina Sofía en Burgos

Visita al Monasterio de las Huelgas Reales










Inauguración del Forum Evolución








La Reina inaugura el Fórum

Sofía cierra el círculo

 Angélica Gon

 Alba Ibáñez esperaba vestida de burgalesa, algo nerviosa y con un sencillo y elegante ramo de flores en la mano a que llegaran sus cinco minutos de gloria (esos a los que Warhol dijo que todo el mundo tenía derecho) a la temprana edad de 5 años. Tenía el encargo ella -joven estudiante del colegio Niño Jesús, miembro del grupo de folclore Justo del Río, y, a la sazón, primogénita del vicealcalde- de entregar el bouquet a la Reina Sofía una vez se bajara del coche y antes de que diera comienzo el programa de actos con los que se estrenaba el auditorio del Fórum Evolución y, definitivamente, concluía la puesta en marcha del Complejo de la Evolución Humana, el gran proyecto de la ciudad. Así fue. Llegó la soberana con su séquito, salió del coche, saludó a los del otro lado de la valla -tanto a los que aplaudían como a los que pitaban- y en ese momento se produjeron unos segundos de desconcierto: La madre del Príncipe de Asturias, atenta siempre a que su cardado no se mueva y tras comprobar cómo se las gasta el cierzo de por aquí, optó por ponerse bajo el techado de la puerta del Fórum y no exactamente donde le esperaban los Danzantes en formación. Rápidas como liebres, las autoridades la escoltaron y así pudieron ver todos juntos el miniespectáculo tradicional con el peinado real (y el tapiz que adorna al presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera) impecables. Junto a ellos, el alcalde, Javier Lacalle; la presidenta de las Cortes de Castilla y León, Josefa García Cirac, y la siempre anodina titular de la cartera de Sanidad, Ana Mato, que desarrolló durante todo el evento el mismo papel que al frente del ministerio pero sin tijeras. Y en esto llegó el folclore. El ‘salto a la autoridad’, una tradición que simboliza respeto y bienvenida, que solo se hace en el Corpus y que ayer fue la primera vez que se ofrecía a un miembro de la Casa Real, se materializó delante de la Reina, que miraba sonriente la pirueta. La reverencia fue llevada a cabo por uno de los cuatro tetines mientras los 14 danzantes seguían el ritmo marcado por paleros y dulzaineros. Paró la música y Alba Ibáñez corrió presta a entregar las flores a esa señora altísima, rubísima y elegantísima que todos le señalaban. Enseguida quiso volver a su sitio pero fue la propia soberana, con el campechanismo que caracteriza a su familia, la que besó a la pequeña y la retuvo unos segundos para salir en la foto juntas, una imagen que seguramente tendrá un lugar de honor en el aparador de la casa de la orgullosa familia de la criatura. Dentro esperaban a la monarca miles de invitados que llegaron, algunos, vestidos de domingo; los más como de media gala y los menos, de andar por casa. Cada uno en su estilo. El padre intelectual del Complejo, Ángel Olivares, entró discretamente en el Fórum. Pletórica No fueron los pelotas de siempre. Todo el mundo coincidió en que la Reina tenía un aspecto espectacular. Pareciera que, lejos de acoquinarse ante tanto sofoco familiar, Sofía de Borbón y Grecia se ha venido arriba después del verano y esta cronista, que lleva varios años siguiendo sus pasos por tierras burgalesas, puede afirmar sin temor a equivocarse que nunca se había presentado ante la ciudadanía tan esbelta ni tan estilosa como anoche. Como al resto de las mujeres de carne y hueso, los disgustos le han hecho crecer y dio la impresión de que se ha puesto el mundo por montera y de que ayer disfrutó como una enana -y sobre unos tacones de vértigo más propios de una top que de una septuagenaria- de las cosas que a ella le gustan: el arte, la música clásica, el misterio de la evolución humana... Vestida de un acertado color frambuesa y adornada sobriamente con perlas en cuello, orejas y solapa de la chaqueta, poco le importó que apenas unos metros delante de su augusta figura ondeara una flamante bandera republicana o que el cabreo ciudadano ante el panorama que este país lleva años arrastrando (que seguro que le preocupa tanto como a su esposo, como ha dicho él públicamente en reiteradas ocasiones) hiciera que varios burgaleses, tan sobrios habitualmente, se liaran en una pitada que fue más sonora a la salida del concierto que a la entrada. Muchos pensaron que no lo merecía y ex-concejal de izquierdas hubo que afirmó, rotundo, que los silbidos u estilo. El padre intelectual del Complejo, Ángel Olivares, entró discretamente en el Fórum. Pletórica No fueron los pelotas de siempre. Todo el mundo coincidió en que la Reina tenía un aspecto espectacular. Pareciera que, lejos de acoquinarse ante tanto sofoco familiar, Sofía de Borbón y Grecia se ha venido arriba después del verano y esta cronista, que lleva varios años siguiendo sus pasos por tierras burgalesas, puede afirmar sin temor a equivocarse que nunca se había presentado ante la ciudadanía tan esbelta ni tan estilosa como anoche. Como al resto de las mujeres de carne y hueso, los disgustos le han hecho crecer y dio la impresión de que se ha puesto el mundo por montera y de que ayer disfrutó como una enana -y sobre unos tacones de vértigo más propios de una top que de una septuagenaria- de las cosas que a ella le gustan: el arte, la música clásica, el misterio de la evolución humana... Vestida de un acertado color frambuesa y adornada sobriamente con perlas en cuello, orejas y solapa de la chaqueta, poco le importó que apenas unos metros delante de su augusta figura ondeara una flamante bandera republicana o que el cabreo ciudadano ante el panorama que este país lleva años arrastrando (que seguro que le preocupa tanto como a su esposo, como ha dicho él públicamente en reiteradas ocasiones) hiciera que varios burgaleses, tan sobrios habitualmente, se liaran en una pitada que fue más sonora a la salida del concierto que a la entrada. Muchos pensaron que no lo merecía y ex-concejal de izquierdas hubo que afirmó, rotundo, que los silbidos no eran para ella.







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